30 jul 2008
Lo que pensé que sería más difícil no lo fue tanto, logré abordar el primer avión que salía a Chicago a pesar de tener un boleto sujeto a espacio. La terminal 2 del Benito Juárez; muy bonita y funcional.
Las turbulencias en al final del vuelo anunciaban que estábamos ya en la Cuidad de los Vientos (no precisamente Pachuca). Previniendo la situación una semana antes tracé mi ruta asistido por el maravilloso Google maps, los trasbordes en el tren y las calles que tenía que recorrer para llegar desde el aeropuerto de O’Hare hasta la casa de mi tía que me daría hospedaje.
Mis impresiones en el CTA (Chicago Transit Authority), nombre que tiene el tren citadino de esta ciudad fueron varias:
• El viaje en tren cuesta 2 dólares, carísimo en comparación a la Ciudad de México, sin embargo al abordar uno se da cuenta porqué.
• Los vagones están impecablemente limpios y bien cuidados, los asientos incluso tienen telita que los tapiza.
• El tipo de gente que viaja por ese medio es de lo más variada, encuentras desde el negro o el latino que es parte de una “ganga” (como les dicen acá a las pandillas) hasta gente de traje que trabaja en una oficina en el centro de la ciudad.
• Es muy fácil moverse en tren por la ciudad, todas las líneas van al centro y luego salen de nuevo por lo que es muy fácil ubicarse, además si hemos sobrevivido al metro Hidalgo a las 6 de la tarde todo es pan comido.
• Prácticamente la mitad de la gente viaja con iPod u otro reproductor de mp3, por lo que ni siquiera llaman la atención para asaltarlos. Bueno, me pareció el colomo, pero hasta via auna chica trabajando en su lap top abordo.
• A las afueras de cada estación del CTA que no está en el centro, hay una zona de estacionamiento para que dejes tu carro y te vayas en tren a tu trabajo o escuela.
Llego a la estación Pulasky y camino unas cuadras para llegar a la casa de mi tía, lo logro sin problemas; después de todo cuando uno es rata de ciudad no le cuesta mucho trabajo encontrar una dirección o en su defecto pedir indicaciones.
Al llegar al inconfundible porche de la tía toco la puerta con la intención de que salga y ver su cara de sorpresa al verme ahí con todo y maletas.
Toco el timbre, la ventana y nada, no me abre nadie. Lo único que me queda es llamar por teléfono, pero oooh sorpresa, mi teléfono celular ha sido suspendido, me lo cortaron puntualmente. Me dirijo hacia el teléfono público más cercano e intento llamar a uno de mis varios pariente en la ciudad pero de nuevo, sorpresa, el teléfono no funciona!! La ranura para depositar monedas está bloqueada.
Lo único que puedo hacer es sacar una llamada por cobrar a México. Me comunico con mi abuela y le pido auxilio. Ella hace un par de llamadas y mi celular suena, del otro lado de la línea escucho la voz de mi tía que me dice que en media hora está en su casa, no me queda más que esperar en el patio trasero.
Finalmente después de casi cuatro horas perdidas entre caminatas y llamadas telefónicas terminé cenando con mi tía en un restaurante cercano a su casa.
Después de todo el día uno llegó a su fin.
Etiquetas: anecdotas, ciudad, triste pero cierto, viajes
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